Es bastante evidente el pasado ruso de la ciudad. Algunos edificios nos recuerdan imagenes de Siberia. El frio tambien.
Coincidimos con la feria de ganado. Hay un buen ambiente y se cierran los tratos con un chai.
Hace falta algo mas que una vara de avellano para detener 500 kilos de puro instinto.
No va a ser todo fotografiar crios sonrientes, a saber la de heladas que le han caido a ese gorro, y la de historias que nos podria contar este abuelo.
No nos detenemos a preguntar el precio de los adosados en este pueblo. Los inviernos tienen que ser para echarse a temblar.
Se anunciaba borrasca, y justo aparecio cuando coronabamos este puerto. Nos sentimos insignificantes entre semejante follon. Solo queda apretar los dientes y pensar en los valles georgianos que nos esperan al otro lado.
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